Le dije que lo haría hoy porque anoche no tenía ganas. Le dije que… hoy me iba a despertar y que me iba a comer el mundo y todo lo que se me pusiera por delante pero lo cierto es que abro el word, pongo mis dedos con las uñas recién pintadas sobre las teclas y no tengo nada que decir.
Ni a ella, que le dije que lo haría porque anoche no tenía ganas… ni a ti, que me estás maldiciendo con todas tus fuerzas por hacerte perder el tiempo de esta manera tan cutre y tan gratuita cuando podrías estar viendo algo super excitante en la televisión. Hago un esfuerzo y no sé si escribir una crónica de la lluvia que se anuncia al otro lado de la ventana y que me va a matar la tarde… o si escribir sobre cuánto me duele ver cómo una vez más vuelve a ser veinte de septiembre.
Con todo lo que ello conlleva.
Comienza la cuenta atrás, pequeños. La cuenta atrás para sentir cómo cada put* día hay que encender la luz antes. Para sentir cómo la noche se te echa encima cuando a ti te encantaría que, además, se te tirasen muchas otras cosas más. La cuenta atrás para las peladillas. Para los lunes que pasan sin pena ni gloria y que son sólo un día más que odiar en mitad del otoño. Para que te metan la punta del paraguas por el ojo mientras esperas en el paso de cebra. Aunque también para que las noches sean tan largas que podremos soñar todo lo que no nos ha dado tiempo a soñar durante el verano.
Y para que comiencen todas las primeras veces de todas esas cosas que aún nos quedan por hacer.
10…
9…
8…
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